Masculinidades en el contexto de covid
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El confinamiento que hemos vivido en estos últimos meses no es solamente una respuesta ante la contingencia sanitaria que se ha vivido alrededor del mundo, desde otra perspectiva ha sido la forma en la que se han evidenciado muchas otras cuestiones que como sociedad hemos ignorado o a lo que se le ha restado importancia.
De entre ellas, hay una que salta mucho en las conversaciones de diferentes organizaciones y colectivos de hombres: ¿qué les está pasando a los hombres durante este periodo de encierro?
En la mayoría de los países, la violencia doméstica ha aumentado en esta temporada, hay más llamadas a los servicios de emergencia por esta razón, siendo en más del 90 % de los casos el hombre quien la ejerce.
El rol proveedor
Culturalmente se ha definido que los hombres son los proveedores de la casa, esto incluye lo económico y lo emocional: da dinero pero también emocionalmente es el estable.
La socialización del hombre con otros hombres sostiene este rol proveedor, y al mismo tiempo esta convivencia da el valor y la definición de ser hombre desde el constructo cultural y social, por eso podríamos ver “normal” que, al ser privado de estos aspectos, surjan emociones que no estamos acostumbrados a asumir, como la vulnerabilidad, la tristeza, la preocupación, el amor y la búsqueda de apoyo.
Este rol nos daña, no sólo afuera, sino en el propio hogar; en ambos contextos con otros hombres, sí, pero también con nuestra familia que incluye en muchas ocasiones a mujeres y niños.
Ser hombre hoy con valores del pasado
Muchos hombres han perdido sus trabajos, lo que ha generado un malestar emocional al creer que su valor solamente existe en el rol proveedor, mismo que sostiene la masculinidad —o al menos la forma hegemónica de masculinidad—.
Debido a ello, su salud se ha visto afectada: estrés, ansiedad, baja de defensas, insomnio, etc. El covid-19 obliga a los hombres a quedarse en casa, suprime esta imagen y creencia de ser “útiles” o valiosos solamente por generar ingresos económicos, y en esto se ven más afectados que por el mismo virus; las prácticas aprendidas están dañándonos de forma física y psicológica durante el confinamiento.
Perder aquello que se ha dicho que los hombres poseemos sobre otros (como mujeres y niños, por ejemplo), bajo el concepto hegemónico como el poder, el privilegio y el control de la convivencia, pueden generar conflictos en casa. Aquello que demanda el ser hombre es lo que causa el verdadero mal, la raíz del machismo. Hemos llegado hasta aquí porque no se ha generado un cambio anterior que es urgente.
Este virus puede ser un… ¿maestro?
Esto que ha ocurrido nos está volcando al cuestionamiento y a la reflexión. Hoy más que nunca es importante replantear aquello que la cultura y la sociedad ha impuesto sobre los roles de género.
Es necesario trabajar sobre la democratización de las actividades familiares dentro del hogar: cuidados igualitarios, educación compartida, quehaceres divididos, responsabilidad afectiva y paternidades proactivas.
Las propuestas preventivas contra el coronavirus pueden ser una oportunidad de que veamos la posibilidad de desarrollar la empatía y veamos a las mujeres como iguales, que no toda la carga sea para ellas en los aspectos del hogar.
Vivir la crisis como un impacto es lo inmediato, pero también podemos vivirla como una oportunidad de ser varones más conscientes y reaprender los vínculos en el hogar.